Jean-Baptiste Pain, Director General Jabra Europa del Sur
Hace apenas unos días visité una web que comparaba diferentes programas informáticos que controlan la actividad online de los empleados. La web publicaba también una estimación del ahorro que se puede obtener controlando el comportamiento de los empleados, calculado en unos 2000 USD por empleado y año.
Aunque algunas de las funciones de los diferentes programas pueden ser útiles (como, por ejemplo, prohibir que los empleados visiten páginas web infectadas por virus), otras me han dejado muy desconcertado. Lo más remarcable es que casi todos estos programas informáticos controlan el tráfico entrante y saliente de Internet, pudiendo así vigilar a los empleados que trabajan desde casa, localizar dónde se encuentran los trabajadores móviles y detectar no solo qué programas informáticos utilizan los empleados sino cuánto tiempo lo hacen. Resumiendo: espían el comportamiento de los empleados.
Controlar que los empleados estén realmente trabajando parece ser una de las formas modernas de gestionar equipos. Un estudio reciente refleja que el 50 por ciento de los directivos se opone al teletrabajo y otro 35 por ciento solo “tolera” la idea. Y si bien el 49 por ciento de los directivos alega la “incapacidad para hablar cara a cara” como motivo, un sorprendente 22 por ciento arguye la “falta de rendición de cuentas” y otro 22 por ciento afirma que el descenso del ritmo de trabajo es el problema más frecuente del teletrabajo.
El control también está presente en el diseño de las modernas oficinas de planta abierta. Al tener a todos los empleados juntos en una misma sala, los directivos pueden ver claramente lo que está sucediendo. En teoría, los empleados deberían ser así más productivos y seguir los procedimientos de trabajo adecuados. Al menos eso es lo que siguen defendiendo numerosas investigaciones académicas, que sostienen que, si bien la confianza es buena, el control es mejor aún.
No funciona
Para ser honestos, creo que la mera idea de controlar que los empleados trabajen es incómoda. Personalmente, no me gustaría que mis superiores controlaran todos mis movimientos. Por fortuna, un nuevo estudio muestra que el “control” no funciona.
Aunque el control puede hacer que la gente trabaje más, no necesariamente significa que lo haga mejor.
Un ejemplo típico es que los empleados tratan de compensar su ausencia dedicando demasiado tiempo a buscar la aprobación de sus superiores. Eso hace que envíen más e-mails, especialmente a sus jefes, para parecer estar activos o que se conecten a su ordenador sin realmente estar utilizándolo, falseando así el control informático de la empresa al no estar trabajando sino simulando hacerlo. Resumiendo, dedican su tiempo a cosas que no crean valor, solo para cumplir las medidas de control fijadas por el equipo directivo.
La idea de compensar la ausencia está completamente integrada en nuestra forma de trabajar. Incluso la conocida revista TIME Magazine, en sus artículos sobre estrategia profesional publicados el año pasado, aconseja a los teletrabajadores: “…considere como prioridad responder a los e-mails de sus jefes. Conteste rápidamente para que sepan que está trabajando, no durmiendo ni jugando a videojuegos”.
La paradoja de la transparencia
Este fenómeno se denomina “paradoja de la transparencia”. Según Ethan Bernstein de la Universidad Harvard, la situación empeora cuanto más se endurecen las medidas de control. Bernstein ha estudiado durante muchos años la paradoja de la transparencia, realizando una serie de experimentos en una fábrica de teléfonos móviles en China. Concluye que el control estricto hace que los empleados camuflen sus actividades bajo “códigos secretos” y otros costosos medios. Aún más importante, sin embargo, es el hecho de que crear zonas de privacidad mejora el rendimiento. Si se deja a la gente sola un rato, comienzan a pensar. A veces, conciben ideas que pueden aumentar la productividad y la innovación de la empresa y convertirla en un lugar de trabajo más agradable. Todo eso casi nunca ocurre en un ambiente supercontrolado. La privacidad crea valor.
Vemos resultados similares en estudios realizados con trabajadores especializados. Es posible que a los directivos no les guste el concepto del teletrabajo. Las pruebas demuestran, sin embargo, que la mayoría de los empleados son más efectivos cuando no están siendo constantemente molestados por sus compañeros de oficina. La excepción, por supuesto, ocurre si los empleados tienen que compensar su ausencia bombardeando a sus compañeros con e-mails para demostrar que están realmente trabajando.
Es interesante saber que un estudio de los años 1950 documenta que las medidas de control no son necesariamente buenas para la creación de valor. Por algún motivo, los individuos con capacidad para tomar decisiones han estado especialmente preocupados en lograr que las medidas de seguridad funcionen en el lugar de trabajo.
Quizá sea el momento de enfrentarse a los hechos y centrarse más en la motivación y en la confianza que en el control. Deshágase de los programas informáticos de control y utilice ese dinero para organizar reuniones cara a cara que sean gratificantes y en las que pueda crear junto a sus empleados una visión atractiva para su empresa. Y luego, deje a los pobres chicos tranquilos para que puedan trabajar… ¡y pensar!