Capítulo 2: Una familia del siglo XXI

Esta familia me trae de cabeza. El pequeño Rober se pasa el día destripando mi transistor de los partidos de los domingos, la batidora, o cualquier cacharro que tenga dentro cables y demás vainas.

Publicado el 05 Mar 2018

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Lo complicado del caso es que suele estropear más que arreglar los dispositivos, por mucho que él se crea un McGiver. A sus once años, no hay móvil que se le resista e incluso tiene nociones de programación. Hay que tener un cuidado con el niñato, porque te acierta la contraseña y se mete en el whatsapp y te monta un cirio de no te menees. Pues para colmo es muy guasón y le gusta escribir mensajes comprometedores dirigidos a tus amigos, de tal forma que te deja en situaciones muy comprometidas y, menos mal, que todavía no me ha hecho ninguna pirula en mi grupo de clientes top, porque es capaz de meter alguna barbaridad y ya me veo cerrando el despacho por alguna perrería del inconsciente Rober.

Con Andrea, la situación es diferente, no gasta bromas ni te hackea el móvil, pero vive en su mundo digital feliz y cuando algo se le mete entre ceja y ceja, no hay quien se lo saque de la mollera. Últimamente no para de hablar de los bitcoins, un amigo de la carrera de Publicidad le ha sorbido el coco, y la chica nos evangeliza a todas horas: “Papá, tienes que invertir el 1% de tu capital y no correrás riesgo ninguno, si las cosas vienen mal”. Yo le digo que eso de las criptomonedas, como dicen ahora, no es más que una burbuja que se han inventado unos cuantos listos, para sacarnos la pasta al resto de los mortales, que no tenemos ni pajolera idea de manejar esos negocios. Ella insiste terca: “al contrario, tiene mucho recorrido por delante y podrás ganar mucha pasta. Además ya no dependerás de los bancos, esos chupasangres. Seremos libres de gestionar el dinero a nuestra manera, sin intermediarios ni especuladores. Y blablablá…”.

No hay manera de discutir con ella; si es que se parece a su madre, que por el contrario piensa que la tecnología la usan para controlarnos la mente y tenernos idiotizados. “Saben dónde estás, qué haces, qué piensas… Pues conmigo van apañados”. Y tanto, Mar tiene un Nokia 3010 sin redes sociales ni cosa que se le asemeje. Su móvil es con tarjeta, y ya lo quisieran para sí los delincuentes más perseguidos, pues no hay manera de localizarla cuando la llamas por teléfono. Y ella, tan contenta, inmune a los chascarrillos y a la ironía que me sale a borbotones cuando la veo manejar tan inmanejable dispositivo.

POSDATA

En fin, mi familia es muy del siglo XXI, una fauna de millennials y milenarios con visiones muy diferentes de la realidad. Una familia como la tecnología manda.

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Rufino Contreras

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