Corría el año 1887 cuando el Café Comercial abría sus puertas. Había nacido todo un símbolo de la ciudad de Madrid, un establecimiento emblemáticos, gracias a clientes tan ilustres como Antonio Machado, Gabriel Celaya y Camilo José Cela. Una historia que para los madrileños parecía haber escrito su último capítulo cuando en agosto de 2015 se anunció de manera abrupta su cierre. Todos los medios recogieron la noticia y sus grandes ventanales se llenaron de post-it con mensajes de añoranza.
Los propietarios alquilaron entonces el local tras escuchar el plan presentado por Alejandro Pérez, socio del grupo El Escondite, que apostaba «por conservar la esencia del espacio». A partir de entonces el Café Comercial fue renovado «manteniendo el estilo castizo».
Para expandir el negocio, los responsables decidieron seguir el ejemplo de otros ilustres cafés europeos y proporcionar también una amplia oferta gastronómica.
Desde que reabrió sus puertas hace poco más de dos meses, el Comercial ha recibido una gran afluencia de curiosos. Pese a la buena respuesta inicial, los socios siguen introduciendo mejoras que preservan el ambiente cultural propio del lugar, como la de organizar exposiciones o presentaciones de discos y libros.
El reto pasa ahora por fidelizar a la clientela, aquella que pasaba horas en el Café escribiendo, leyendo, charlando o jugando al ajedrez. Aquellos que tenían su propia mesa, aquellos que conocían a los camareros y se sentían como en casa. Los precios y el estilo nocturno no acaban de casar con la clientela tradicional. Démosle tiempo entonces a esta pequeña pyme.