Prólogo: El paraíso perdido de los autónomos

Cuando Dios expulsó a Adán y Eva, les conminó a ‘ganar el pan con el sudor de la frente’. Y por lo que la historia nos ha deparado, no les quedó más remedio que hacerse autónomos.

Publicado el 07 Feb 2018

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El ser supremo les condenó también a sufrir enfermedades, pero al ser autónomos (quede claro que hablamos en genérico), consiguieron una inmunidad de hierro, pues a ver quién es el guapo que se da de baja y deja de ingresar aunque sea un día. Pero es que Hacienda se alió con el diablo, pues dar el parte de baja lleva consigo una serie de papeleos incómodos.

La bonificación de la Seguridad Social por estos partes resulta exigüa y a finales de año, con la declaración de la renta viene el crujir de dientes. Pues no haberte puesto malo, desgraciado, parecen decirte cuando aparece la dolorosa en la casilla correspondiente. El autónomo español siente que lleva en la espalda clavadas unas banderillas (maldita tauromaquia) y le cuesta mirar de frente, pues cuando el negocio parece que le funciona llega el tío Paco con las rebajas, le inflan a impuestos y se sacan alguna ley de la manga para minarle la moral, algo de lo que puede presumir un autónomo que se precie.

El autónomo tiene que ser al mismo tiempo empresario, emprendedor, jefe, empleado, responsable de recursos humanos, financiero, marketing manager, secretario, mensajero, asesor, becario…

El autónomo tiene que ser al mismo tiempo empresario, emprendedor, jefe, empleado, responsable de recursos humanos, financiero, marketing manager, secretario, mensajero, asesor, becario… pero su sueldo hay que estirarlo como un chicle para que cubra todas sus funciones. Y podréis decir que todo fue culpa de una manzana, de hacerle caso a una serpiente especuladora que quiere acabar con los puestos asalariados. Qué comodones son los trabajadores. Pues nada. Castigo divino. A sudar por cuenta propia, sin el paraguas de un patrón.

En fin, así empieza este serial de la historia de un autónomo que no tuvo más remedio que ser autónomo y no quiso morir en el intento. Por más golpes que reciba.

POSTDATA

En los siguientes capítulos iréis conociendo las peripecias de este autónomo rebelde, la de su mujer Mar ‘la antitecnológica’, su hija Andrea la millennials snob y emprendedora audaz, y el pequeño Rober, un nativo digital que no se resiste a destripar cualquier dispositivo que se le ponga a tiro. Una familia del siglo XXI y con reminiscencias del pasado.

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C
Rufino Contreras

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